Me ha llamado la atención una entrada de Raúl Hernández en la que habla de cómo unos y otros podemos influenciarnos y manipularnos. Cierra su reflexión con la siguiente frase:
En todo caso, está bien tomar consciencia de que estos mecanismos existen, y cuestionarse de vez en cuando hasta qué punto estamos nosotros al timón de nuestras decisiones o simplemente nos están llevando por donde quieren.
¿Realmente hay ocasiones en las que nos llevan por donde quieren? Bueno, aquí yo le daría un poco la vuelta a la tortilla: ¡lo raro es que alguna vez estemos al control de lo que hacemos!
La mayor parte de las decisiones las tomamos en modo automático (muy recomendable el libro de Kahneman al respecto «Pensar rápido, pensar despacio«) y, en cuanto a los pocos momentos en los que realmente decidimos, tenemos una memoria de trabajo en la que, con suerte, podemos manejar 7 conceptos a la vez (y eso si estamos en buen estado físico y psicológico).
Ahí es donde, para mí, llega la gran pregunta, ¿hasta qué punto somos dueños de nuestras acciones?
Sobre todo si a todos los sesgos e interpretaciones erróneas de la realidad por parte del cerebro le añades los descubrimientos de la neurociencia que dejan bien claro que la consciencia tal y como la experimentamos no existe, que las decisiones no se toman de forma centralizada ni mucho menos, que diferentes partes del cerebro, toman diferentes decisiones por su cuenta.
A nuestro cerebro no le importa la realidad lo más mínimo, lo único que realmente le interesa es sobrevivir y, justamente eso, es lo que lo convierte en una herramienta tan poco apropiada para decidir lo que es y lo que no es real.
Ahí va algo de lectura para quien le interese:
https://es.wikipedia.org/wiki/Sesgo_cognitivo
https://en.wikipedia.org/wiki/Neuroscience_of_free_will (en inglés)
elotro
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