Los seres humanos tenemos varias características que nos han permitido llegar hasta donde estamos, entre ellas nuestra curiosidad, nuestra capacidad de comunicarnos, de pensar de forma abstracta, de observar, de trabajar en equipo, de encontrar patrones y de simplificar.
Hoy me interesa este poder de simplificación.
Para ahorrar recursos, simplificamos. Decimos que el abogado conoce las leyes, que el médico sabe todo sobre salud, que los alemanes son serios, que los andaluces divertidos, que el músico es el que más sabe de música y el político de política.
Esto, está muy bien, tiene sentido, pero a veces, nos olvidamos de que lo que tiene sentido, no tiene por qué corresponderse con la realidad (¿tiene sentido que exista la gravedad o que estemos dando vueltas alrededor de algo sin notar nada?).
Por ejemplo, un error típico que podríamos cometer sería pensar que los músicos son los que más tienen que saber de música y, por lo tanto, si queremos saber cuál es el mejor aparato de música, no tenemos más que preguntar a un músico.
Resulta que esto no es así. A menudo, los músicos, tan pronto como se ponen a escuchar algo, su cerebro empieza a trabajar y crear, de forma que son los menos indicados para valorar la calidad real del sonido.
Es decir, si quieres saber qué aparato de música comprar, pregunta a un técnico de sonido o a algún aficionado a escuchar música, no a un músico.
Lo obvio, no siempre es cierto. Simplificar nos ha llevado aquí a un error.
Otro ejemplo, ¿qué pasa con el típico, «9 de cada 10 dentistas recomiendan X»?
Pues lo mismo, los dentistas saben cómo arreglarte la boca, pero no saben construir los materiales que usan, ni investigan los efectos de diferentes productos sobre tus dientes.
¿Cómo podría saber el dentista si un dentífrico es mejor que otro? La respuesta corta es, no puede, no de primera mano, no es su trabajo.
La larga es que para saberlo tendría que hacer el trabajo de un científico. Tendría que coger las diferentes marcas, elegir a por lo menos mil personas de diferentes edades, profesiones y ámbitos sociales, y crear tres subgrupos. Un grupo con una marca, otro con otra y otro con un dentífrico sin propiedades, uno que no tuviera ningún efecto, el placebo (aquí puedes ver un resumen del ciclo de la investigación científica).
Sin duda, me dirás, «claro, y ¿de dónde vas a sacar a 333 personas dispuestas a usar un dentífrico que no funciona?».
Ahí está lo gracioso, nadie sabría en qué grupo está. Tampoco las personas que están en contacto con las personas que se someten al experimento, para que no puedan influenciar nada inconscientemente. Esto, por supuesto, lo hace todavía más complicado, entrando ya en terreno de la ética.
Ahora te pregunto, ¿tú crees que el dentista que recomienda una marca sobre otra ha hecho todo esto? No, simplemente prefiere un sabor a otro o ha leído el prospecto y le ha parecido que es mejor o peor según la información de que disponga o lo que otros le hayan contado.
Los más serios estarán informados sobre los últimos avances en el mundo científico y técnico. Tendrán claro que es ahí en lo que se tienen que basar, no en lo que comentan sus compañeros de profesión, los ejemplos milagrosos en diferentes pacientes que nunca nadie contrasto, ni en publicaciones que hablan por hablar…
Conclusión
Todo esto para concluir con que, por mucho que confiemos en nuestro médico, no es un científico y sin duda no ha hecho estudios ni experimentos que le permitan saber a ciencia cierta si un cierto remedio funciona y es seguro.
Él puede creer que es bueno y no dudo de que lo usaría, incluso en sus propios hijos, pero eso no significa nada, es médico, aunque fuera muy tóxico, tardaría años y años en darse cuenta (si es que los sesgos cognitivos que todos nosotros tenemos se lo permiten, claro).
¿Conspiraciones?
Ahora, para los que piensan que la ciencia está corrompida y que todo es una conspiración, ¿qué os hace pensar que los médicos no están en el ajo (incluso los alternativos)?, ¿o que la compañía que vende ese producto «natural» no lo hace por dinero?, ¿o que el blog ese en el que confías no está también dirigido por los grandes poderes para implantar en tu cerebro ciertas ideas?
Al fin y al cabo, si «ellos» son capaces de controlarlo todo, ¿no serán también capaces de controlar lo que estás pensando ahora?
El problema con la visión conspiranoica de la vida (que yo durante un tiempo compartí) es que te mete en una espiral infinita de duda, miedo e irracionalidad, y que presupone una capacidad de control y perfección imposible.
Como suelo decir. Lo bonito de la ciencia es que con el tiempo va arreglando los errores. Es la única forma de conocimiento que no tiene problemas para revisarse y corregirse. Sigue un principio muy básico, si tú has obtenido un resultado, yo tengo que ser capaz de reproducirlo, si esto no es posible, tu verdad no es científica.
¿No te parece ingenioso?
elotro
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